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lunes, 12 de agosto de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón -2ª Parte: LA FORMACIÓN Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

 LA FORMACIÓN Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

La elevación permanente y sostenida del nivel de ingresos y su distribución con criterio de justicia social es, y así debiera reconocerse unánimemente, la finalidad de todo proceso de desarrollo. 
Poco nos dirán los impactantes índices de crecimiento global, si no van acompañados de una más  equitativa distribución personal y funcional de los ingresos, que termine definitivamente con su concentración en reducidos núcleos o élites que han sido la causa de costosos conflictos sociales.
Debemos crear el país del futuro para las generaciones venideras, pero partiendo de la base de que las presentes deben participar plenamente en su configuración.
Sería socialmente injusto que con el objeto de acelerar el desarrollo se afectasen ostensiblemente las posibilidades de realización de quienes precisamente lo generan. Por otra parte, es cristianamente inaceptable que este desarrollo se materialice a expensas de los más necesitados.
El costo debe ser repartido proporcionalmente, de acuerdo con las posibilidades de cada uno. Cuando se habla de distribución funcional, suele predicarse que para favorecer el proceso de crecimiento económico es conveniente remunerar en una mayor proporción al factor capital y empresarial en detrimento del trabajo. Aún cuando esto técnicamente pudiera tener visos de realidad, es socialmente injusto y por lo tanto debe deshecharse de nuestra doctrina nacional.
Por el contrario, es condición necesaria estimular sostenidamente a este último factor que precisamente está integrado por los estratos más bajos de la escala social y para ello debe intensificarse el uso de los diversos mecanismos que incrementan el ingreso real, tarea en la cual el Estado tiene una responsabilidad impostergable.
La solución del déficit habitacional; la ampliación y difusión de los servicios que hacen a las necesidades primarias, a la educación y al esparcimiento; los subsidios a la familia numerosa y a las clases pasivas son meros ejemplos de lo que el Estado debe concretar en forma amplia y eficiente, o sea cuantitativamente y cualitativamente en relación con la necesidad.
La inflación, cualquiera sea su origen, tanto como el control de la oferta y por ende de los precios, por parte de estructuras con poder monopólico, en todos los casos terminan con una distorsión del ingreso y generan una distribución regresiva del mismo.
Es aquí también donde el Estado debe estar presente y para ello no bastará con atacar los efectos, sino las causas que lo originan. En este quehacer deberá actuar con el máximo poder que le confieren sus facultades.
No es suficiente que exista, además, de una buena tasa global de crecimiento, una buena distribución personal y funcional, si regionalmente existen notorios desniveles.
La sociedad argentina está integrada por el hombre de la ciudad y del campo; de las grandes urbes y de los pequeños conglomerados, aún de aquéllos ubicados en la zona fronteriza.
Todos deben participar en el esfuerzo, pero todos deben, también, gozar de los beneficios.
La distribución regional de los ingresos debe ser también motivo de especial preocupación, no sólo del Estado, sino de toda la comunidad. Los gobiernos provinciales, en pleno uso de las facultades que otorga un sistema federal, deben poner todo de sí y crear conciencia popular de solidaridad para ayudar a las áreas sumergidas.
Mientras exista una sola familia cuyo ingreso esté sólo en un mero nivel de subsistencia o, peor aún, por debajo de éste, no habremos logrado en modo alguno un nivel económico con justicia social.
Con respecto al capital extranjero, sería utópico pretender que no reciba una participación por su aporte en el quehacer nacional.
No es esto lo que realmente importa, sino las fuentes que dan lugar a tales ingresos. Es por ello que la comunidad  en general, y el Estado, en particular, deben definirlas con claridad.
Existen empresas y organizaciones internacionales que aún hoy persisten en manejarse con pautas de explotación y especulación, sin darse cuenta que los países del presente, por pequeños que sean, han aprendido la lección y van ejerciendo, cada día con mayor vigor, la defensa de sus propios intereses.
Nuestra Patria ha avanzado en tal sentido, pero es necesario aún lograr mayores progresos. No podemos olvidar que somos los únicos responsables de los éxitos o fracasos que el país experimenta.
Cabe aquí recordar, nuevamente, lo expresado en materia de capacitación de nuestros hombres públicos, funcionarios y aún empresarios. Sólo una firme formación moral y una elevada idoneidad técnica, permitirán seleccionar, adecuadamente, las fuentes que dejan un beneficio real para el país.  

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