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jueves, 8 de agosto de 2013

"El Proyecto Nacional"-Mi testamento político" Juan Perón-2ª Parte: EL ÁMBITO ECONÓMICO

CARACTERIZACIÓN GENERAL 

Los principios y medidas generales que el Modelo Argentino propone en el campo económico deben comprenderse como justificados y fundados en las bases filosófico-políticas previamente delineadas. Es por eso que, en varias oportunidades, he sostenido que la dimensión política es previa al ámbito económico.
El Justicialismo comprende a lo económico como naturalmente emanado de un proyecto histórico-político de carácter intrínsecamente nacional, social y cristiano.
En tal sentido, el objetivo fundamental es servir a la sociedad como un todo, y al hombre no sólo como sujeto natural sometido a necesidades materiales de subsistencia, sino también como persona moral, intelectual y espiritual.
En rigor nuestra concepción tampoco supone que la búsqueda del beneficio personal invariablemente redunda en el bien de toda la sociedad.
Por el contrario, la actividad económica debe dirigirse a fines sociales y no individualistas, respondiendo a los requerimientos del hombre integrado en una comunidad y no a las apetencias personales.
Esta interpretación amplia y solidaria de la actividad económica, llevará implícita una definición clara del concepto de beneficio, ubicándolo no ya como un fin en sí mismo, lo que daría como resultado una utilización de los recursos en función de un individuo egoísta, sino como la justa remuneración del factor empresarial por la función social que cumple. 
Preservamos así el estímulo para fomentar el incremento de la gestión empresarial privada, con su dinamizadora dosis de creatividad, pero enmarcada en un contexto donde debe prevalecer una distribución socialmente justa.
La esencia de nuestra Tercera Posición consiste en anhelar una sociedad eminentemente creativa y justa, en la cual la conducción económica pertenezca al país como comunidad armónica y donde los logros económicos no atenten contra la libertad y la dignidad del hombre. 
Pero cada uno de mis conciudadanos debe tener muy en claro que la única posibilidad de que lo anteriormente expuesto no quede en meras expresiones de deseo, reside en que todos los argentinos participen de una profunda revolución ética, que en verdad implica una auténtica toma de conciencia cristiana.
Nuestra concepción económica no es aséptica, no puede explicarse como un conjunto de medidas técnicas si no están integradas en una visión del hombre y el mundo de carácter radicalmente nacional.
Para la conformación económica de nuestra sociedad resulta indispensable obtener la coincidencia generalizada de todos los sectores, hecha realidad a través de un compromiso firme, estable y por ende cuidadosamente elaborado, a través de lo que será el Proyecto Nacional.  

NECESIDAD DE CONSIDERAR EL ÁMBITO SUPRANACIONAL

Hasta el momento ha prevalecido en casi todos los países la concepción restrictiva de desplegar la actividad económica con el sólo fin de conseguir de lograr el máximo bienestar para sus habitantes. De ahora en más el panorama se amplía, tendiendo a sumar esfuerzos en el nivel regional e internacional a fin de, en mutua colaboración, elevar las condiciones de vida de la sociedad universal del porvenir.
El mundo del futuro se está orientando hacia nuevas formas donde ya no tendrá sentido analizar los problemas como exclusivamente nacionales. Será preciso condicionarlos a la evolución general de la humanidad, en la que el progreso de la ciencia y la tecnología por una parte, y la expansión demográfica por la otra, influirán decisivamente sobre los sistemas socio-económicos. Por lo tanto, las soluciones de los diversos problemas en el nivel nacional, no podrán ser logrados plenamente, si buscan su concreción exclusivamente dentro del país, como si éste fuera un compartimiento estanco.
Toda labor económica se hace efectiva persiguiendo metas determinadas y considerando las restricciones propias de las circunstancias. En tal sentido el futuro exigirá perseguir metas mundiales en función de posibilidades también mundiales. Por consiguiente, en la medida que la Argentina oriente su accionar económico en tal dirección, será mayor su trascendencia en el orden internacional.
El desarrollo no debe quedar en manos de unos pocos, o de grupos poderosos, como tampoco debe responder a la concepción de una sola comunidad política o de las naciones más fuertes. Por el contrario, todos los sectores dentro de cada país y el conjunto de las naciones en el orden internacional, deben participar en dicha tarea.
Esto no constituye una utopía, pero tampoco es tarea fácil de lograr, particularmente en un mundo convulsionado política e ideológicamente, donde el interés privado prevalece sobre el interés social.
Es necesario avanzar gradualmente, por etapas, evitando las formas violentas de cambio que sólo significan tremendos costos sociales para cualquier comunidad organizada.
Los acuerdos en el nivel nacional y las integraciones regionales son el primer paso trascendente para alcanzar la meta propuesta y para ello el país debe estructurarse como un verdadero sistema. En él debe disponerse de un medio que oriente las realizaciones como entiendo debe ser el Proyecto Nacional.

NECESIDAD DEL ACUERDO INTERNO  

Difícil resultará integrarse dentro del marco regional y más aún del internacional si previamente no establecemos las bases de acuerdos dentro del país.
Se deben definir las políticas en las distintas actividades y comprometer a todos los sectores sociales. Cada uno en su función deberá realizar una tarea solidaria para aprovechar al máximo la capacidad creativa del país.
Los compromisos que se contraigan serán concretos, efectivos y estables, independientemente de quien ejerza el liderazgo o el gobierno, porque este último es circunstancial, mientras que estas medidas deben ser permanentes, aún cuando actualizables.
Los planes de desarrollo constituyen la expresión económica de este acuerdo general e indican el camino y las metas a lograr, basadas en aproximaciones sensatas y acordes con la realidad presente y la estimación del futuro. La planificación desmedida conduce inexorablemente a la pérdida de la libertad y de la creatividad o bien a la subestimación y abandono de los fines perseguidos, mientras que la falta o insuficiencia de las acciones planificadas conduce al derroche de recursos, debilita y - finalmente - deja a la Nación a merced de los poderosos. 

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