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miércoles, 21 de agosto de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón 2ª Parte: LOS INTELECTUALES

LOS INTELECTUALES 

El mundo vive un momento de extraordinaria evolución en los ámbitos científico-tecnológico y filosófico, lo que origina cambios de trascendencia, muchos de los cuales ocurren a lo largo de la vida de un solo hombre.
La figura del intelectual constituye un verdadero seguro contra la incertidumbre y la vacilación. 
El futuro debe edificarse sobre bases tanto filosóficas como eminentemente prácticas. Por ello, el intelectual debe remitirse a interpretar el cambio y a vislumbrar, con suficiente anticipación; a poner en juego la inteligencia junto con la erudición, la ciencia social junto con la ciencia física; el mundo de las ideas junto con el de la materia y el del espíritu; y la idea, junto con la acción concreta.
Eso hace necesaria la presencia activa del intelectual en todas las manifestaciones de la vida. Pasó la época en que podía admitirse la carencia o la evasión de talentos.
Cuando rige una sociedad competitiva, que se mueve económicamente en función  del beneficio y que no valora el costo social de su forma de ser, la necesidad de la intelectualidad se resiste básicamente a los procesos de producción y a las exigencias del mercado.
Los intelectuales de las ciencias sociales quedan allí remitidos a ser evaluadores de un cambio social, de cuyo proyecto no participan y resultan idealistas, trabajadores conceptuales a alto nivel, pero no activistas del cambio. 
Cuando, por el contrario, se quiere construir una Democracia Social en la cual se produce según las necesidades del hombre, se valoriza al hombre en función social como el fin de la tarea de la sociedad, se asume la necesidad de trabajar con programación y participación auténtica, y se toma la responsabilidad de formalizar un Proyecto Nacional y de concebir a la sociedad del futuro y trabajar para ella como un proceso, la dimensión de la tarea intelectual que este proceso requiere se hace realmente muy grande.
Para identificar en nuestro medio el papel de los intelectuales baste recordar que el Proyecto Nacional a que aspiramos tiene el valor, no sólo conceptual sino práctico, y resulta de una tarea interdisciplinaria. Para ello debe tenerse especialmente en cuenta: lo que los intelectuales conciben, lo que el país quiera, y lo que resulte posible realizar.
Su tarea de aporte a la reconstrucción de la argentinidad está así claramente definida. La forma de enfrentarla está, también, precisada por el hecho de que la labor debe ser realizada con participación auténtica de todos los elementos que representan nuestra comunidad.
Toca a la intelectualidad argentina organizarse para asumir su papel. El intelectual argentino debe participar en el proceso cualquiera sea el país en que se encuentre.
No han de bastar para ello las declaraciones ampulosas.
El sistema liberal ha formado intelectuales para frustrarlos. Les ha negado participación y ha creado las condiciones para que no exista reconocimiento social ni reconocimiento económico a su labor.
La distorsión en la escala de valores ha sido tan absurda, que el intelectual argentino ha terminado siendo un extraño en su propia tierra.
La comunidad que deseamos consolidar tiene que desarrollar un reconocimiento social adecuado a la labor del intelectual auténtico y adoptar previsiones que preserven siempre este estado de cosas. Se trata no sólo del reconocimiento económico, sino particularmente de su valorización social y política. Se trata también de institucionalizar su participación y de establecer medios de evaluación del intelectual auténtico.
Queremos, por lo tanto, una sociedad en la que el hombre valga por sus conocimientos y sus condiciones morales y no por sus diplomas y sus vinculaciones sociales.
Esto exige un adecuado régimen universitario y la vigencia constitucional de los derechos del intelectual.  

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